“Si nosotras paramos, se para el mundo”, esta frase de la que en estos días se cumple justamente un año, quedó ya en la memoria colectiva y pasará a la historia como referente del feminismo del siglo XXI. Las huelgas y movilizaciones mundiales del 8 de marzo del 2018 no quedaron en algo meramente simbólico. Desde el primer momento se tomó conciencia de que el paro femenino se convertiría en medidas reales y en pasos firmes sin marcha atrás contra un sistema que sigue fallando a la mujer.
De forma masiva, las calles se convirtieron en el altavoz de las reivindicaciones por los derechos femeninos, esos, que aún hoy en día siguen estando y siendo invisibles en bastantes más países de los que quisiéramos e incluso, camuflados en los techos de cristal de algunas instituciones públicas no tan lejanas.
Una nueva oleada de información sobre feminismo tras aquellas manifestaciones tan espontáneas como necesarias, pero… ¿eficaces?. Creánme que no es fácil enfocar este artículo en términos de eficacia, entre otras cosas porque considero que un año después, sí ha habido cambios y resultados y el feminismo masivo ha venido para quedarse. Así pues, que tiemblen quienes siguen “objetivizando” a la mujer porque cada vez estarán más solos.
Pero también hay que reconocer que de poco sirven las campañas, movimientos, paros y lenguaje inclusivo si desde los grandes lobbies publicitarios, televisivos, cosméticos, cinematográficos, porno, videojuegos, música y otros muchos, se sigue cosificando a la mujer.
La esclavitud femenina sigue estando más camuflada que nunca y eso no solo es muy peligroso, sino contagioso porque afecta directamente a los más vulnerables, los jóvenes.
Las estadísticas hablan de la aceptación de modelos y actitudes machistas en la juventud, y me pregunto qué es lo que estamos haciendo tan mal para que esto ocurra. Resulta, que las generaciones más desinhibidas e informadas, imitan patrones arcaicos, ¿por qué?…
Es evidente que tener acceso a la información no es garantía de saber informarse adecuadamente.
Educación en casa…¡vale!. Y en los Centros Educativos…¡claro!. Eso es lo que aconsejan las voces expertas pero nos encontramos con que en plena adolescencia la mente anda mejor en cualquier sitio que no sea la casa o en el “insti”.
Sí, la labor educativa de padres y profesores tiene que llegar desde bien antes, pero, ¿qué pasa en las instituciones? ¿van al mismo ritmo de la calle o a remolque de ésta?, ¿por qué algunos ponen ahora en duda las partidas presupuestarias que reciben las Áreas de Igualdad?. ¿Son realmente eficaces o la duda responde simple y llanamente al interés particular de algún nuevo partido en la escena política con ganas de protagonismo inmediato?.
¿Por qué se cuestiona lo que se destina a las políticas de Igualdad y no tanto lo que va a otros colectivos, asociaciones o clubes? Parémonos a pensar porque tal vez el machismo sigue planeando y sobrevolando sobre todas estas cuestiones…
Pero tampoco nos avergoncemos de entonar el mea culpa. Hace pocas semanas leía en un diario inglés que la líder británica del Partido por la Igualdad de las Mujeres, Sophie Walker, se retiraba tras reclamar nuevas ideas para el activismo feminista y añadía que, “con la democracia tan rota, nunca ha sido más importante hacer política de forma diferente”.
Y dirigiendo el debate a si las feministas y sus movimientos políticos no han sido suficientemente inclusivos, Walker manifestaba además sentirse frustrada por los límites de su propia labor como feminista, al no convencer a las mujeres de distintas clases sociales, a verse reflejadas en su partido.
Por todo ello, creo que es muy importante hacer política desde otro prisma completamente diferente al actual, y las mujeres de hoy tenemos la llave.
Yo me reafirmo en la obligación de los pactos entre partidos para defender los derechos sociales, y está claro que el feminismo es uno de ellos. Los derechos humanos no se negocian y menos aún deben utilizarse políticamente. De hecho, escuchaba estos días a una política de nuestro país hablando de las diferentes maneras de entender el feminismo. Yo no veo tantas, sólo veo un feminismo y me asusta bastante comprobar cómo el debate feminista entra en el discurso político-partidista.
No debemos dejar que nos utilicen nuevamente. El feminismo no es más que la consecuencia del machismo, la supremacía del macho sobre todo y que no viene sino a esconder, -como en toda supremacía-, los propios miedos, inseguridades y complejos.
Me preocupa y me asusta que un derecho social salga de las instituciones para instalarse en el discurso partidista, así que son esas mismas instituciones las que deben velar para que ello no ocurra y hacer que la gestión de toda Área de Igualdad de cualquier Ayuntamiento, se enfoque más hacia la realidad y la acción diaria que en la mera reacción, porque nunca hay que olvidar que el feminismo siempre ha sido, es, y será una actitud frente al mundo. La actitud del derecho humano que nos protege y asiste como personas.
Malu Toro
(Foto portada: Samuel Sánchez)